lunes, 12 de abril de 2010

***
Cría cuervos y espanta pájaros

dos de los poetas inéditos más leídos del momento
dos de los poetas desconocidos más comentados del medio


Pablo Estrada & Larry Mejía


Con la participación de:
Lina Díaz en el cello
e invitados especiales

miércoles 5 de mayo 6:30 p.m.

Biblioteca Los Fundadores
Gimnasio Moderno
[Carrera 9 No. 74-99]
Bogotá, Colombia

domingo, 7 de marzo de 2010

EDGAR LEE MASTERS


Si bien el ahora célebre escritor Charles Bukowski tuvo una pésima relación con su auténtico progenitor, contó en su lugar con dos extraordinarios padres literarios: en la narrativa John Fante y en la poesía Edgar Lee Masters (fallecido el 5 de marzo de 1950, hace 60 años).
Esa es la impresión que tengo luego de descubrir los poemas de Masters y escuchar la grabación de su voz (en el inglés original); de hecho, me recordó mucho las lecturas de Bukowski, además de su estilo poético. No preciso decir que él jamás negó la influencia; al contrario: en gran medida, se le debe la recuperación de Fante por parte del público y la crítica, así como la difusión de Masters entre nuevas generaciones de lectores.
Y es lamentable que tan poco se sepa hoy por hoy, al menos en mi país, de ese magnífico poeta estadounidense, padre putativo de Hank.
Edgar Lee Masters nació en Garnett, Kansas, un 23 de agosto de 1868. Además de poeta, fue dramaturgo, novelista, ensayista y biógrafo de, entre otros, Abraham Lincoln, Mark Twain, Walt Whitman y él mismo –Across Spoon River (1936) se llama su autobiografía–, también se desempeñó como abogado, igual que su padre. Luego de sus estudios en Knox College y de ejercer en Lewistown, se establece en la ciudad más importante del estado y allí participa en el movimiento literario Renacimiento de Chicago. En 1893 ingresa en un bufete y cinco años después se casa con la hija de un abogado, con la que tuvo tres hijos. Finalmente abre su propio bufete, pero deja su profesión de abogado para dedicarse a la escritura, luego de divorciarse y tras el escaso éxito de sus poemarios posteriores a Antología de Spoon River. Vuelve a contraer matrimonio, y hacia 1920 se traslada a Nueva York. En adelante, convertido en un ser huraño y amargado, se mantiene al margen tanto de la vida social como del éxito literario. Ya viejo, enfermo, aislado y empobrecido, pasa sus últimos años, refugiado en el legendario Hotel Chelsea, de donde lo rescatan sus amigos y admiradores, y ayudado económicamente por ellos consigue vivir hasta 1950, cuando muere en un sanatorio de Melrose Park, un suburbio de Filadelfia.
Masters pasó su niñez y su adolescencia en una zona de Illinois, entre Petersburg y Lewistown, a la que se refiere afectuosamente en su poesía. Su obra más exitosa (y ciertamente lo ha sido: tanto en ventas como en reconocimiento, es considerada un clásico de la poesía estadounidense y fue puesta en escena en Broadway) lleva el título de Antología de Spoon River (1915) –el Spoon es un afluente del río Illinois.
Este poemario consta de 244 epitafios en forma de monólogo dramático, que se desarrollan en un cementerio imaginario de un pueblo de Illinois.
En «The Hill», un poema a manera de prólogo de la Antología de Spoon River, pueden apreciarse las más visibles características de la poesía de Edgar Lee Masters en este libro. El verso libre no muy usual en su época y el lenguaje austero, exento de pomposidad y ampulosidad, no por ello menos grave y solemne, permiten que tras la sencillez de la existencia cotidiana y la muerte como un hecho natural sin demasiada trascendencia, se ponga de manifiesto esa realidad cruda de la otra América, la que se escapa a su propio sueño, la que bajo sus largas faldas de puritanismo, patriotismo y provincialismo oculta su intransigencia, su oportunismo tunante y su hipócrita moral, la sed de sangre y poder que posee.
Es uno de esos cantos desalentadores cuya esencia es la esperanza misma, esperanza en el cambio como única salida posible a la pérdida total que se cierne sobre todo como una fatalidad ineluctable.
La armonía, el tono, la cadencia de las palabras de Edgar Lee Masters son innegables; el poeta con su voz sabía dar buena cuenta de esto.


THE HILL

Where are Elmer, Herman, Bert, Tom and Charley,
The weak of will, the strong of arm, the clown, the boozer, the fighter?
All, all are sleeping on the hill.

One passed in a fever,
One was burned in a mine,
One was killed in a brawl,
One died in a jail,
One fell from a bridge toiling for children and wife–
All, all are sleeping, sleeping, sleeping on the hill.

Where are Ella, Kate, Mag, Lizzie and Edith,
The tender heart, the simple soul, the loud, the proud, the happy one?–
All, all are sleeping on the hill.

One died in shameful child-birth,
One of a thwarted love,
One at the hands of a brute in a brothel,
One of a broken pride, in the search for heart's desire;
One after life in far-away London and Paris
Was brought to her little space by Ella and Kate and Mag–
All, all are sleeping, sleeping, sleeping on the hill.

Where are Uncle Isaac and Aunt Emily,
And old Towny Kincaid and Sevigne Houghton,
And Major Walker who had talked With venerable men of the revolution?–
All, all are sleeping on the hill.

They brought them dead sons from the war,
And daughters whom life had crushed,
And their children fatherless, crying–
All, all are sleeping, sleeping, sleeping on the hill.
Where is Old Fiddler Jones
Who played with life all his ninety years,
Braving the sleet with bared breast,
Drinking, rioting, thinking neither of wife nor kin,
Nor gold, nor love, nor heaven?
Lo! he babbles of the fish-frys of long ago,
Of the horse-races of long ago at Clary's Grove,
Of what Abe Lincoln said
One time at Springfield.


LA COLINA DEL CEMENTERIO

¿Dónde están Elmer, Herman, Bert, Tom y Charley,
el débil de voluntad, el brazo fuerte, el clown, el ebrio, el peleador?
Todos, todos, están durmiendo en la colina.

Uno se fue de fiebre,
uno se quemó en la mina,
uno fue muerto en un molote,
uno murió en la cárcel,
uno cayó del puente donde trabajaba para los chicos y la mujer.
Todos, todos están durmiendo, durmiendo, durmiendo en la colina.

¿Dónde están Ella, Kate, Mag, Lizzie y Edith,
la tierno corazón, la alma sencilla, la bulliciosa, la altiva, la feliz?
Todas, todas, están durmiendo en la colina.

Una murió de parto vergonzoso,
una por un amor desventurado,
una en manos de un bestia en un burdel,
una de orgullo destrozado, persiguiendo el deseo del corazón,
una después de su vida en el lejano Londres y París,
fue traída a su estrecho lote por Ella y Kate y Mag.
Todas, todas están durmiendo, durmiendo, durmiendo en la colina.

¿Dónde están el tío Isaac y la tía Emily
y el viejo Towny Kinkaid y Sevigne Houghton
y el Mayor Walker que había hablado
con venerables hombres de la revolución?
Todos, todos, están durmiendo en la colina.

A ellos les trajeron hijos muertos de la guerra,
e hijas destrozadas por la vida
y a sus chiquillos huérfanos, llorando.
Todos, todos están durmiendo, durmiendo, durmiendo en la colina.

¿Dónde está el viejo violinista Jones,
quien jugó con la vida todos sus noventa años,
desafiando la helada con el pecho desnudo,
bebiendo, alborotando, sin pensar en mujer ni parientes,
ni oro, ni amor, ni cielo?
¡Vedlo! Charlando ahí sobre las fritangas de pescado de hace tiempo,
sobre las carreras de caballos de hace tiempo en la huerta de Clary,
sobre lo que Lincoln decía
una vez en Springfield.


Traducción de José Coronel y Ernesto Cardenal


ANNE RUTLEDGE

Out of me unworthy and unknown
The vibrations of deathless music;
«With malice toward none, with charity for all.»
Out of me the forgiveness of millions toward millions,
And the beneficent face of a nation
Shining with justice and truth.
I am Anne Rutledge who sleep beneath these weeds,
Beloved in life of Abraham Lincoln,
Wedded to him, not through union,
But through separation.
Bloom forever, o Republic,
From the dust of my bosom!


ANA RUTLEDGE

Oscura, indigna, pero salen de mí
las vibraciones de una música eterna:
«Sin rencor para nadie, con caridad para todos.»
En mí el perdón de millones de hombres para millones
y la faz bienhechora de una nación
resplandeciente de justicia y verdad.
Soy Ana Rutledge que reposa bajo esta yerba,
adorada en vida por Abrahán Lincoln,
desposada con él, no por la unión
sino por la separación.
Florece para siempre, oh república,
del polvo de mi pecho.


Traducción de J. L. Borges

________________________
De Más de dos siglos de poesía norteamericana. Tomo I. edición bilingüe. Selección y prólogo de Eva Cruz. México: Difusión Cultural UNAM, 1993.

jueves, 4 de marzo de 2010

Todavía no he visto a las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura…

martes, 26 de enero de 2010


Cancioncilla

Otros querrán mausoleos
donde cuelguen los trofeos,
donde nadie ha de llorar,

y yo no los quiero, no
(que lo digo en un cantar)
porque yo
morir quisiera en el viento,
como la gente de mar
en el mar.

Me podrían enterrar
en la ancha fosa del viento.

Oh, qué dulce descansar
ir sepultado en el viento
como un capitán del viento
como un capitán del mar,
muerto en medio de la mar.
De El viento y el verso



DÁMASO ALONSO: ABUELO DE PÁJARO
.
Gotitas del jugo de un par de mandarinas que engullí para mitigar la sed del caluroso mediodía y huellas de mis dedos sudorosos tienen los poemas que he fotocopiado.
Fui a la biblioteca en busca de libros de un poeta. Hallé unos fascinantes. Leí uno de 48 intensas páginas preñadas de belleza. Tomé notas de otros. Pronto pediré prestada una antología que quiero devorar en casa, escanciando whisky y escuchando la maravillosa música del chelo de Casals.
La generación a la que pertenece mi poeta la conocí hace tiempo. Primero en el colegio, a través de una muy buena profesora de español y literatura cuyo nombre hacía justicia a su carácter estricto: se llamaba Norma. Luego por papá. Para él estos poetas representaban la venerada vanguardia que para mí puede ser la Generación Beat.
Las imágenes de estos viejos ennoblecidos por sus calvicies, sus trajes y corbatas, sus bibliotecas –hogares laberinticos y templos de sabiduría a un mismo tiempo–, y el blanco y negro de las fotografías siempre me han recordado a mi propio padre…
Hablo de los poetas españoles de la Generación del 27 y específicamente de Dámaso Alonso (1898-1990), quien nació, vivió y murió en Madrid. Hoy se cumplen 20 años del final de una larga existencia de 92 inviernos, no alcanzó a su última primavera, su buen corazón falló.
Siguiendo las enseñanzas del maestro, el poeta y filólogo español, en su labor investigadora pero teniendo en cuenta las exigencias del mediático mundo actual, estuve indagando a vuelo de pájaro por él y refrescando mi memoria… deteniéndome a picotear por aquí en las páginas de un libro, por allá en los versos de un poema, refrescando mi memoria y avivando mi sensibilidad.
Huelga decir que Dámaso Alonso se licenció en Derecho y en Filosofía y Letras; ingresó en 1945 y fue director de la RAE (si se enterará que así llamo a la Real Academia Española de la Lengua, vendría a jalarme las patas: en su poema “La invasión de las siglas” deja ver su aversión por estas insignificantes –sin significado– aglomeraciones de iniciales que proliferan en la modernidad), y también fue miembro la Real Academia de la Historia; recibió el Premio Cervantes en 1978; fue catedrático y se destacó como crítico por su labor filológica y sus estudios estilísticos.
En la Residencia de Estudiantes conoció a sus futuros compañeros de generación: Federico García Lorca, Rafael Alberti, Luis Cernuda, y a Luis Buñuel y Salvador Dalí.


Ahora lo que arrojó mi superficial escrutinio en la biblioteca.

Hablar sobre poesía es condenarse a una continuada inexactitud.
Dámaso Alonso
Degeneración en generación

Sin que necesariamente reaccionara en contra, la Generación del 27 supuso un paso más allá que su antecesora literaria en España, la Generación del 98. Habiendo bebido de las aguas del simbolismo y su visión del poema como objetivación de los significados inexplicables o, si se me permite, materialización de la palabra más allá de la escritura, y de acuerdo con la estética modernista europea de la época, este grupo de poetas, entre los que vale mencionar a Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Luis Cernuda, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Jorge Guillén, Miguel Hernández y Pedro Salinas, puede inscribirse dentro de las vanguardias literarias del siglo XX, por su afán de novedad y ruptura en muchos sentidos pero también de convalidación de la herencia que sus contemporáneos desestimaban.
La experimentación llevó a algunos de ellos a cierto hermetismo y formalismo, en su incesante búsqueda de la pureza de la palabra y la autonomía del lenguaje. Para esto se valieron del automatismo y onirismo propios de la escuela surrealista. La fragmentación, la descomposición, el objetivismo fueron otros de sus recursos. Adolecieron en su momento de cierto rechazo al transcendentalismo y un aborrecimiento por el romanticismo y la subjetividad de temperamento más sensible.
Sin embargo, conforme las contingencias temporales y las circunstancias sociales se sucedieron, estos poetas fueron adquiriendo, por un lado, una ética y un compromiso que ya no les permitían sustraerse tan fácilmente de la realidad; y por otro lado, la destreza y la propiedad en el manejo de una lengua que consiguieron más que domeñar, seducir; más que moldear, nutrir, cultivar hasta que germinara y renaciera como pudo ser el propósito tácito al momento de reivindicar a Góngora en el origen del grupo: el año 1927, tercer centenario de la muerte del poeta culterano.
Así la Generación del 27 puede caracterizarse de acuerdo con Eduardo Huárag Álvarez como: virtuosismo metafórico y hondura existencial [Lima: Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú, 2004] y cuya empresa poética consistía en “elevar la realidad a un plano superior y preservar la experiencia humana a través del lenguaje, convertir los impulsos y emociones humanas en forma, en construcción verbal; trascenderse en el texto; cambiar significados limitados en valores perennes” según lo postulado por Andrew P. Debicki en su Historia de la poesía española del siglo XX.
La Generación debe su nombre a la celebración del tricentenario de muerte del ilustre poeta del Siglo de Oro español don Luis de Góngora y Argote, que en el caso de estos autores no se redujo a un mero festejo, sino que implicó el desarrollo de importantes estudios y una merecida revaloración; labor en la que Dámaso Alonso llevó la batuta de esa orquesta que compuso una bella sinfonía iniciada con la edición crítica de las Soledades (1927) y que el poeta y filólogo madrileño continuó con La lengua poética de Góngora (1935), Estudios y ensayos gongorinos (1955) y Góngora y el “Polifemo” (1960). Esta última obra la encontré disponible en la biblioteca en 3 tomos [7a. ed. Madrid: Editorial Gredos, 1985], de los cuales pienso leer el tercero a ver si por fin consigo descifrar el inexpugnable poema culterano.
Pese al entusiasmo y la devoción que mostraron por su ancestral colega, los poetas de la Generación del 27 no siguen la poética gongorina, sino que la estudian, la interpretan y la enaltecen. Incluso para Dámaso Alonso, el principal crítico y conocedor, no es modelo a seguir y es difícil hallar rastros de la poesía de Góngora en sus versos. Y aunque para estudiarla haya desarrollado la teoría de la Estilística, su propia poesía se alejó del esteticismo puro.

Amor

¡Primavera feroz! Va mi ternura
por las más hondas venas derramada,
fresco hontanar, y furia desvelada,
que a extenuante pasmo se apresura.

¡Oh qué acezar, qué hervir, oh, qué premura
de hallar, en la colina clausurada,
la llaga roja de la cueva helada,
y su cura más dulce, en la locura!

¡Monstruo fugaz, espanto de mi vida,
rayo sin luz, oh tú, mi primavera,
mi alimaña feroz, mi arcángel fuerte!

¿Hacia qué hondón sombrío me convida,
desplegada y astral, tu cabellera?
¡Amor. amor, principio de la muerte!

(Soneto de evidente acento surrealista de Dámaso Alonso en el que tradición y novedad confluyen.)


Dámaso Alonso: ¿hijo de la ira?

En Poemas puros, poemillas de la ciudad (1921, 1924), uno de sus primeros libros, se advierte –según dicen– la herencia del modernismo y de la Generación del 98, particularmente de Juan Ramón Jiménez. Para mí es más la transición desde la poesía tradicional (con formas como el soneto, por ejemplo) hacia una poesía moderna (que luego será versolibrismo), que se fija en el nuevo paisaje urbano.
Uno de sus libros más destacados es Hijos de la ira (1944, 1946), producto tanto de la conmoción de la Guerra Civil y el posterior franquismo –del que fueron víctimas dos de los más insignes poetas de la Generación del 27: Federico García Lorca y Miguel Hernández– como de esa horrenda experiencia que fue para la humanidad una nueva y devastadora guerra mundial, frente a lo cual las voces de protesta de los artistas del orbe se hicieron oír en los casos en los que no fueron acalladas; en literatura, pintura y las demás artes se plasmó una visión desgarrada y sombría de la condición humana.
Ese libro presenta una especie de misticismo agnóstico, inspirado quizá en su estudio de La poesía de San Juan de la Cruz (1942) y, definitivamente, en la filosofía existencialista. La voz del poeta acusa, maldice e impreca a Dios, eleva como una oración su reprobación hacia el creador, como se aprecia en el poema “Insomnio”. De hecho, esa rara conjunción de elementos a la que se agrega un marcado tono surrealista se mantiene en su libro Oscura noticia (1959), cuyo título precisamente proviene de San Juan de la Cruz: «La noticia que te infunde Dios, es oscura», y reaparece en una obra ulterior: Antología de nuestro monstruoso mundo; Duda y amor sobre el Ser Supremo (1985), el título resulta diciente. Una y otra vez, a lo largo, de su obra, el poeta se debate en la duda como en su poema “¿Existes? ¿No existes?”, ¿es amor?, ¿es Dios?, ¿es qué?
Dámaso Alonso era un autor totalmente consagrado a su arte, pero no exclusivamente desde la creación poética: su preocupación lingüística le llevó, por ejemplo, a escribir Tres sonetos sobre la lengua castellana en 1958. Como señala Rafael Ferreres en su Aproximación a la poesía de Dámaso Alonso [Valencia: Editorial Bello, 1976], con contadas excepciones, toda la obra de este autor “está dedicada íntegramente a la poesía; unas veces como creador; otras, para estudiar de manera magistral la obra de otros poetas.”
En todo caso, apenas el Tomo X de las Obras Completas en la edición prepara por Valentín García Yebra [Madrid: Editorial Gredos, 1972-1993] se dedica a Verso y prosa literaria del autor. Son más de 700 páginas, que presentan doscientos cincuenta y tantos poemas provenientes de 10 libros diferentes, escritos desde 1921 hasta 7 décadas después… Y aun así, debido a su atención esmerada por el lenguaje, la estilística y, en general, la obra de otros autores, se le reconoce más como estudioso que como poeta: unas por otras.



Siempre he tenido la idea ilusa de que los grupos artísticos, como las bandas de rock o los equipos de futbol, son mucho más que un montón de gente con un interés en común; que en el fondo son o llegan a ser entrañables amigos y potenciales enemigos mortales…
En mi precaria pesquisa bibliográfica, me topé con un par de poemas de don Dámaso dedicados a Vicente Aleixandre, compañero en el camino de las letras y con quien tejieron juntos una longeva amistad ¡desde 1917 hasta 1984!
Volvieron entonces a aparecérseme como en un retrato tridimensional en blanco y negro Alberti, Diego, Aleixandre, Guillén y Alonso, los viejos fantasmas de mi adolescencia. Mis queridos viejos. Mis abuelos de letras y abuelos de ese pájaro en que me he convertido, ahora que revuelo por entre las páginas de estos maestros. Tal vez sea verdad: que un corazón es lo que mueve el mundo, escribía Dámaso Alonso.

Tal vez sea verdad: que un corazón es lo que mueve el mundo, escribía Dámaso Alonso.
Pues no, no es cierto, pero qué hermoso pensarlo…


He seleccionado unos versos

…verdad, tu carita alegre, un poco enrojecida, y la tristeza de tus ojos.
(Ah, ¿por qué está siempre la tristeza en el fondo de la alegría?)

(“La madre”)

Don Dámaso los dedica a su madre, yo los dedico a la mía.

Los siguientes también están dedicados y ella –y todo el mundo– sabe a quién…

Yo no sé si eres muerte o si eres vida,
si toco rosa en ti, si toco estrella,
si llamo a Dios o a ti cuando te llamo.

Junco en el agua o sorda piedra herida,
sólo sé que la tarde es ancha y bella,
sólo sé que soy hombre y que te amo.


(“Ciencia del amor”)

Y éstos, los que considero palabras quitadas de la boca:

Hiéreme. Sienta
mi carne tu caricia destructora.

Desde la entraña se eleva mi grito,
y no me respondías. Soledad
absoluta. Solo. Solo.

[…]

Oh, sí, yo tengo miedo
a la absoluta soledad.
Miedo a tu soledad. Siente tu garra,
tu beso de furor. Lo necesito
como un perro el castigo de su amo.
Mira:
soy hombre, y estoy solo.

(“Solo”)

pablo estrada
Bogotá, 25 de enero de 2010

A continuación mi selección particular sobre su Antología personal [Madrid: Visor, 2001].

Sueño de las dos ciervas

¡Oh terso claroscuro del durmiente!
Derribadas las lindes, fluyó el sueño.
Sólo el espacio.

Luz y sombra, dos ciervas velocísimas,
huyen hacia la fuente de aguas frescas,
centro de todo.

¿Vivir no es más que el roce de su viento?
Fuga del viento, angustia, luz y sombra:
forma de todo.

Y las ciervas, las ciervas incansables,
flechas emparejadas hacia el hito,
huyen y huyen.

El árbol del espacio. (Duerme el hombre…)
Al fin de cada rama hay una estrella.
Noche: los siglos.

(Duerme y se agita con terror: comprende.
Ha comprendido, y se le eriza el alma.
¡Gélido sueño!

Huye el gran árbol que florece estrellas,
huyen las ciervas de los pies veloces,
huye la fuente.

¿Por qué nos huyes, Dios, por qué nos huyes?
Tu veste en rastro, tu cabello en cauda,
¿dónde se anegan?

¿Hay un hondón, bocana del espacio,
negra rotura hacia la nada, donde
viertes tu aliento?

Ay, nunca formas llegarán a esencia,
nunca ciervas a fuente fugitiva.
¡Ay, nunca, nunca!)


Oración por la belleza de una muchacha

Tú le diste esa ardiente simetría
de los labios, con brasa de tu hondura,
y en dos enormes cauces de negrura,
simas de infinitud, luz de tu día;

esos bultos de nieve, que bullía
al soliviar del lino la tersura,
y, prodigios de exacta arquitectura,
dos columnas que cantan tu armonía.

Ay, tú, Señor, le diste esa ladera
que en un álabe dulce se derrama,
miel secreta en el humo entredorado.

¿A qué tu poderosa mano espera?
Mortal belleza eternidad reclama.
¡Dale la eternidad que le has negado!


Mujer con alcuza

A Leopoldo Panero

¿Adónde va esa mujer,
arrastrándose por la acera,
ahora que ya es casi de noche,
con la alcuza en la mano?

Acercaos: no nos ve.
Yo no sé qué es más gris,
si el acero frío de sus ojos,
si el gris desvaído de ese chal
con el que se envuelve el cuello y la cabeza,
o si el paisaje desolado de su alma.

Va despacio, arrastrando los pies,
desgastando suela, desgastando losa,
pero llevada
por un terror
oscuro,
por una voluntad
de esquivar algo horrible.

Sí, estamos equivocados.
Esta mujer no avanza por la acera
de esta ciudad,
esta mujer va por un campo yerto,
entre zanjas abiertas, zanjas antiguas, zanjas recientes,
y tristes caballones,
de humana dimensión, de tierra removida,
de tierra
que ya no cabe en el hoyo de donde se sacó,
entre abismales pozos sombríos,
y turbias simas súbitas,
llenas de barro y agua fangosa y sudarios harapientos del color de la desesperanza.

Oh sí, la conozco.
Esta mujer yo la conozco: ha venido en un tren,
en un tren muy largo;
ha viajado durante muchos días
y durante muchas noches:
unas veces nevaba y hacía mucho frío,
otras veces lucía el sol y sacudía el viento
arbustos juveniles
en los campos en donde incesantemente estallan extrañas flores encendidas.

Y ella ha viajado y ha viajado,
mareada por el ruido de la conversación,
por el traqueteo de las ruedas
y por el humo, por el olor a nicotina rancia.
¡Oh!:
noches y días,
días y noches,
noches y días,
días y noches,
y muchos, muchos días,
y muchas, muchas noches.

Pero el horrible tren ha ido parando
en tantas estaciones diferentes,
que ella no sabe con exactitud ni cómo se llamaban,
ni los sitios,
ni las épocas.

Ella
recuerda sólo
que en todas hacía frío,
que en todas estaba oscuro,
y que al partir, al arrancar el tren
ha comprendido siempre
cuán bestial es el topetazo de la injusticia absoluta,
ha sentido siempre
una tristeza que era como un ciempiés monstruoso que le colgara de la mejilla,
como si con el arrancar del tren le arrancaran el alma,
como si con el arrancar del tren le arrancaran innumerables margaritas, blancas cual su alegría infantil en la fiesta del pueblo,
como si le arrancaran los días azules, el gozo de amar a Dios y esa voluntad de minutos en sucesión que llamamos vivir.
Pero las lúgubres estaciones se alejaban,
y ella se asomaba frenética a las ventanillas,
gritando y retorciéndose,
solo
para ver alejarse en la infinita llanura
eso, una solitaria estación,
un lugar
señalado en las tres dimensiones del gran espacio cósmico
por una cruz
bajo las estrellas.

Y por fin se ha dormido,
sí, ha dormitado en la sombra,
arrullada por un fondo de lejanas conversaciones,
por gritos ahogados y empañadas risas,
como de gentes que hablaran a través de mantas bien espesas,
sólo rasgadas de improviso
por lloros de niños que se despiertan mojados a la media noche,
o por cortantes chillidos de mozas a las que en los túneles les pellizcan las nalgas,
...aún mareada por el humo del tabaco.

Y ha viajado noches y días,
sí, muchos días,
y muchas noches.
Siempre parando en estaciones diferentes,
siempre con una ansia turbia, de bajar ella también, de quedarse ella también,
ay,
para siempre partir de nuevo con el alma desgarrada,
para siempre dormitar de nuevo en trayectos inacabables.

...No ha sabido cómo.
Su sueño era cada vez más profundo,
iban cesando,
casi habían cesado por fin los ruidos a su alrededor:
sólo alguna vez una risa como un puñal que brilla un instante en las sombras,
algún cuchillo como un limón agrio que pone amarilla un momento la noche.
Y luego nada.
Solo la velocidad,
solo el traqueteo de maderas y hierro
del tren,
solo el ruido del tren.

Y esta mujer se ha despertado en la noche,
y estaba sola,
y ha mirado a su alrededor,
y estaba sola,
y ha comenzado a correr por los pasillos del tren,
de un vagón a otro,
y estaba sola,
y ha buscado al revisor, a los mozos del tren,
a algún empleado,
a algún mendigo que viajara oculto bajo un asiento,
y estaba sola,
y ha gritado en la oscuridad,
y estaba sola,
y ha preguntado en la oscuridad,
y estaba sola,
y ha preguntado
quién conducía,
quién movía aquel horrible tren.
Y no le ha contestado nadie,
porque estaba sola,
porque estaba sola.
Y ha seguido días y días,
loca, frenética,
en el enorme tren vacío,
donde no va nadie,
que no conduce nadie.

...Y esa es la terrible,
la estúpida fuerza sin pupilas,
que aún hace que esa mujer
avance y avance por la acera,
desgastando la suela de sus viejos zapatones,
desgastando las losas,
entre zanjas abiertas a un lado y otro,
entre caballones de tierra,
de dos metros de longitud,
con ese tamaño preciso
de nuestra ternura de cuerpos humanos.
Ah, por eso esa mujer avanza (en la mano, como el atributo de una semidiosa, su alcuza),
abriendo con amor el aire, abriéndolo con delicadeza exquisita,
como si caminara surcando un trigal en granazón,
sí, como si fuera surcando un mar de cruces, o un bosque de cruces, o una nebulosa de cruces,
de cercanas cruces,
de cruces lejanas.

Ella,
en este crepúsculo que cada vez se ensombrece más,
se inclina,
va curvada como un signo de interrogación,
con la espina dorsal arqueada
sobre el suelo.
¿Es que se asoma por el marco de su propio cuerpo de madera,
como si se asomara por la ventanilla
de un tren,
al ver alejarse la estación anónima
en que se debía haber quedado?
¿Es que le pesan, es que le cuelgan del cerebro
sus recuerdos de tierra en putrefacción,
y se le tensan tirantes cables invisibles
desde sus tumbas diseminadas?
¿O es que como esos almendros
que en el verano estuvieron cargados de demasiada fruta,
conserva aún en el invierno el tierno vicio,
guarda aún el dulce álabe
de la cargazón y de la compañía,
en sus tristes ramas desnudas, donde ya ni se posan los pájaros?


Monstruos

Todos los días rezo esta oración
al levantarme:

Oh Dios,
no me atormentes más.
Dime qué significan
estos espantos que me rodean.
Cercado estoy de monstruos
que mudamente me preguntan
igual, igual que yo les interrogo a ellos.
Que tal vez te preguntan,
lo mismo que yo en vano perturbo
l silencio de tu invariable noche
con mi desgarradora interrogación.
Bajo la penumbra de las estrellas
y bajo la terrible tiniebla de la luz solar,
me acechan ojos enemigos,
formas grotescas me vigilan,
colores hirientes lazos me están tendiendo:
¡son monstruos,
estoy cercado de monstruos!
No me devoran.
Devoran mi reposo anhelado,
me hacen ser una angustia que se desarrolla a sí misma,
me hacen hombre,
monstruo entre monstruos.

No, ninguno tan horrible
como este Dámaso frenético,
como este amarillo ciempiés que hacia ti clama con todos sus tentáculos enloquecidos,
como esta bestia inmediata
transfundida en una angustia fluyente,
no, ninguno tan monstruoso
como esta alimaña que brama hacia ti,
como esta desgarrada incógnita
que ahora te increpa con gemidos articulados,
que ahora te dice:
«Oh Dios,
no me atormentes más,
dime qué significan
estos monstruos que me rodean
y este espanto íntimo que hacia ti gime en la noche”.


Insomnio

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres
(según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo
en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros,
o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán,
ladrando como un perro enfurecido,
fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios,
preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad
de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,
las tristes azucenas letales de tus noches?


¿Existes? ¿No existes?

I

¿Estás? ¿No estás? Lo ignoro; sí, lo ignoro.
Que estés, yo lo deseo intensamente.
Yo lo pido, lo rezo. ¿A quién? No sé
¿A quién? ¿a quién? Problema es infinito.

¿A ti? ¿Pues cómo, si no sé si existes?
Te estoy amando, sin poder saberlo.
Simple, te estoy rezando; y sólo flota
en mi mente un enorme «Nada» absurdo.

Si es que tú no eres, ¿qué podrás decirme?
¡Ah!, me toca ignorar, no hay día claro;
la pregunta se hereda, noche a noche:
mi sueño es desear, buscar sin nada.

Me lo rezo a mi mismo: busco, busco.
Vana ilusión buscar tu gran belleza.
Siempre necio creer en mi cerebro:
no me llega más dato que la duda.

¿Quizá tú eres visible? ¿O quizá sólo
serás visible, a inmensidad soberbia?
¿Serás quizá materia al infinito,
de cósmica sustancia difundida?

¿Hallaré tu existir si intento, atónito,
encontrarte a mi ver, o en lejanía?
La mayor amplitud, cual ser inmenso,
buscaré donde el mundo me responda.

II

¿Pedir sólo lo inmenso conocido?
¿Pedir o preguntar al Universo?
No al universo de la tierra nuestra,
bajo, insensible, monstruoso, duro;

sí al Universo enorme, ya sin límites,
con planetas, los astros, las galaxias:
tal un dios material, flotando luces
en billones de años, sin fronteras.

Allí hay humanidades infinitas;
las llamo tal, mas son de extrañas formas:
nada igual a los hombres de esta tierra,
que aquí lloramos nuestra vida inmunda.

¡Extremado universo, inmenso, hermoso!
Con eterna amplitud, materias cósmicas,
avanzan infinitas las galaxias,
nebulosas: son gas, sólidas, líquidas.

III

Inmensidad, cierto es.
Mas yo no quiero
inmensidad-materia; otra es la mía,
inmateria que exista ( ¡ay, si no existe! ),
eterna, de omnisciencia, omnipotente.

No material, ¿pues qué? Te llamo espíritu
( porque en mi vida espíritu es lo sumo ).
Yo ignoro si es que existes; y si espíritu.
Yo, sin saber, te adoro, te deseo.

esto es máximo amor; mi amor te inunda;
el alma se me irradia en adorarte;
mi vida es tuya sólo ( ¿ya no dudo? ).
Amor, no sé si existes. Tuyo, te amo.



Bonus

Viaje

…cabellera era de trenes
la tarde. Y era una sed
de rutas la mar salada.

Y a mi corazón le dije
—como a un perro—:
«¡Vamos! ¡Hala!»

…A mi corazón que estaba
latiendo y llorando, sordo,
sobre la tierra desnuda
y desolada.


Mujeres

Oh, blancura. ¿Quién puso en nuestras vidas
de frenéticas bestias abismales
este claror de luces siderales,
estas nieves, con sueño enardecidas?

Oh dulces bestezuelas perseguidas.
Oh terso roce. Oh signos cenitales.
Oh músicas. Oh llamas. Oh cristales.
Oh velas altas, de la mar surgidas.

Ay, tímidos fulgores, orto puro,
quién os trajo a este pecho de hombre duro,
a este negro fragor de odio y olvido?

Dulces espectros, nubes, flores vanas...
¡Oh tiernas sombras, vagamente humanas,
tristes mujeres, de aire o de gemido!

domingo, 13 de diciembre de 2009

A 25 años de su muerte, rendimos homenaje a Vicente Aleixandre (Sevilla, 26 de abril de 1898 – Madrid, 13 de diciembre de 1984), excelso poeta de la Generación del 27.


Viejo poeta. Disculpa lo de viejo, pero cómo a todo escritor que se le ocurre llegar a viejito, son tus últimas fotos las más divulgadas. Qué mirada sosegada y dulce. En las fotos de más o menos joven ya te ves calvo y, en blanco y negro, parece que tus ojos fueron claros. Pero qué mirada dulce. Podrías habértela pasado repartiendo fotos tuyas en vez de escribir poemas. Pero sí escribiste poemas; poemas enormes como “Las águilas” y cosas como “La muerte o antesala de consulta,” que no sé cómo llamar, y a veces, ni cómo leer, aunque no pueda dejar de hacerlo. En ocasiones te arrimaste de mala gana a un tipo de surrealismo plástico y ya caduco. Mejor no hablar de eso. Mejor seguir muriéndose en la antesala. Y te dieron el Nobel, que para nosotros, en la era de Obama, ya es un chiste de mal gusto; pero allá por el 77’ te veías feliz recibiéndolo, y me alegra, porque fuiste un viejo dulce, aunque nos pegaras tan duro.

Adolfo Villafuerte

domingo, 6 de diciembre de 2009

POESÍA HOY: Voces poéticas de la actualidad

CASA DE CITAS
Café Arte Carrera 3 No. 13-35 La Candelaria, Bogotá
Jueves 10 de diciembre de 20096:30 p.m.
Entrada libre

Angie Lucía Puentes (Bogotá 1992). Ha realizado talleres de poesía, mitología y teatro en la Casa de Poesía Silva. En 2007 llevó a cabo recitales en The Poet’s Pasaje en San Juan (Puerto Rico) y en The First Cultural Marathon en Nueva York. En 2009 participó en el V Congreso de Literatura Infantil y Juvenil y en el XXV Encuentro de Mujeres Poetas Colombianas en Roldanillo (Valle del Cauca). Ha publicado Luciérnagas de otro tiempo (Apidama, 2009).

Liliana Gastelbondo Bernal. Nació en Ibagué en 1978. Profesional en Estudios Literarios de la Universidad Javeriana. Poeta e investigadora. Colaboradora de diversas revistas de literatura. Algunos de sus poemas han aparecido publicados en El Magazín Dominical del Espectador, Ulrika, Antología de poetas jóvenes Verso a Verso (Fundación Verso a Verso, 2005), Una visita de la poesía: Selección poética-nacidos después del cincuenta (Secretaria de Educación Distrital, 2008).

Rodolfo Ramírez Soto. Bogotá 1973. Inmigrante ilegal de los Estados Unidos del 2004 al 2006; periodo de tiempo en el que aprende y se especializa como ayudante de oficios varios entre los que destacan: construcción, mudanzas y proveedor de supermercados. Es autor del poemario Tintasangre (Casa Silva – Funcreta Ediciones 2003) y del blog Suicidiario ha colaborado con el Boletín Bibliográfico del Banco de la República y ha sido corresponsal en Colombia para la revista chilena Poetas del 5. Es creador de Los Impresentables.

Larry Mejía. Actor y escritor colombiano. Ganador del premio India Catalina del Festival Internacional de Cine y Televisión de Cartagena en 1991 y del premio T.V. y Novelas en 1992 y 1997. Es uno de los creadores del Negacionismo poético, con el cual fue invitado al IV Encuentro Internacional de Escritores en Tucumán, Argentina en 2009. Participó en el 7° Encuentro Internacional Poesía de Valencia, Venezuela en 2008. En este país vivió y trabajó como editor investigador de la editorial del Ministerio de Poder Popular para la Cultura El Perro Y La Rana en 2009.

Pablo Estrada. Nació en Bogotá. Cursó Estudios Literarios en la Universidad Nacional de Colombia. Ha sido finalista de concursos literarios. Textos suyos han aparecido en diferentes publicaciones nacionales. Ha realizado recitales, eventos literarios y conferencias en Bogotá y otras ciudades colombianas. Es uno de los creadores del Negacionismo poético. Participó en la coordinación editorial y corrección de estilo, y como autor, en el libro Cenizas en el andén: Cuentos de la ciudad. Es uno de los creadores de Superficies, propuesta que integra literatura, música, video y fotografía. Miembro fundador del grupo creativo Caterva.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Poesía: Nuevas Voces
Luziérnaga Café Libro
Calle 70 # 10A-25, Quinta Camacho, Bogotá
Noviembre 19 de 2009
6:00 p.m. a 8:00 p.m.
¡Entrada libre!
El próximo jueves 19 de noviembre se realizará en Luziérnaga Café Libro, la lectura de poesía “Nuevas Voces”, con la participación de los siguientes autores:
Angie Lucía Puentes (Bogotá 1992). Ha realizado talleres de poesía y teatro. En 2007 llevó a cabo recitales en The Poet’s Pasaje en San Juan (Puerto Rico) y en The First Cultural Marathon en Nueva York. En 2009 participó en el V Congreso de Literatura Infantil y Juvenil y en el XXV Encuentro de Mujeres Poetas Colombianas en Roldanillo (Valle del Cauca). Ha publicado Luciérnagas de otro tiempo (Apidama, 2009).
Andrés Barbosa Vivas. Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad Pedagógica Nacional. Ha participado en el Festival de Poesía de Bogotá, en los Juegos Florales de Manizales, y en el encuentro En busca de las artes jóvenes latinoamericanas 2009; sus poemas han aparecido en publicaciones como el periódico La Patria y la Biblioteca Virtual Brisa. También está incluido en la antología Panorama virtual de la nueva poesía colombiana (Ulrika, Editores, 2008). Es autor de los libros Desdóblate Silencio y La Desmesura.
Pablo Estrada. Nació en Bogotá. Cursó Estudios Literarios en la Universidad Nacional de Colombia. Ha sido finalista de concursos literarios. Poemas suyos han aparecido en diferentes publicaciones nacionales, en el periódico Río Literario de Venezuela y en blogs de Colombia y otros países latinoamericanos. Ha hecho numerosos eventos literarios, conferencias, lecturas y recitales en los que mezcla música y poesía, presentándose en fundaciones, centros culturales, bibliotecas, colegios, universidades, cafés, bares, etc. de Bogotá y otras ciudades colombianas. Es uno de los creadores del Negacionismo poético… y un montón de cosas más que ya no recuerda. Incluso ha estado en programas de radio y televisión leyendo sus textos.
Alejandro Cortés González. Ha trabajado como creativo publicitario en agencias en Colombia y Argentina. Actualmente es docente de la Universidad San Martín de Bogotá. En 2006 participó en El alma en un bolsillo, antología de nuevos poetas auspiciada por la Casa de Poesía Silva. En 2008 escribió la publicación virtual habitaciondelcaminante.blogspot.com, compuesta por veinte cuentos situados en Buenos Aires. Allí también escribió su libro de poesía Medianoche en el pantano, que permanece inédito. Es miembro del Taller de Novela de Renata – Bogotá. Su novela Notas de Inframundo, ganó el Concurso Nacional de Novela Corta de la Universidad Central, y será publicada en el 2010.

sábado, 31 de octubre de 2009

Lucien medianoche

Morir es éxtasis.
No soy un maestro, ni un
Sabio, ni un Roshi, ni un
escritor o profesor, ni siquiera
un vagabundo del dharma risueño, soy
hijo de mi madre & mi madre
es el universo—
Qué es este universo
sino un montón de olas
Y un deseo anhelante
es una ola
Perteneciente a una ola
en un mundo de olas
Entonces... ¿para qué humillar
a ninguna ola?
Ven, ola, ¡OLA!
El rebuzno del burro
brotando, jijo
Es una triste sacudida solitaria
por tu amor
Amante ola

¿Y qué es Dios?

Lo inexpresable, lo inenarrable...


Jack Kerouac

miércoles, 28 de octubre de 2009

El jazz se suicidó
pero no dejó suicidarse a la poesía

No temas
al frío aire nocturno

No escuches a las instituciones
cuando devuelvas manuscritos
a la arenisca

no saludes & no pelees
por los pioneros de Edith Wharton
o la prosa de Nebraska de Ursula Major
cuelga simplemente en tu patio
y ríete jugando amablemente
pastel trombón
& si alguien te da perlas
juju, judío, o cualquier otro,

duerme con ellas alrededor del cuello

Tus sueños serán mejores

No hay lluvia
no hay yo,
te lo digo, tío
Seguro como la mierda.
Jack Kerouac

martes, 27 de octubre de 2009



Esta preciosa ciudad blanca...

Esta preciosa ciudad blanca
al otro lado del país
No me resultará
adecuada nunca más
He visto el movimiento del cielo
Dije: "Esto es el fin"
Porque estaba cansado
de todos esos presagios
Y en cualquier momento en que
me necesites
Llama
estaré en el otro
extremo
Esperando
en la pared final.


Jack Kerouac

domingo, 25 de octubre de 2009



Blues

Y se sienta tétrico
en un cofre marrón
Ante los pálidos sacerdotes

Y señala delicadamente
al cielo
Con palma y dedo índice

Y tiene un halo
de puerta negra

Y tiene una nariz aguileña
vigilante que ama odiar

Pero ha aprendido a meditar
Y no es bueno odiando

Por eso observa, rosado laurel
en la cabeza
A espaldas del príncipe Avalokitesvara
que acaricia con mano de nieve
Y ensarta de perlas
la majestad del mar


Jack Kerouac

sábado, 24 de octubre de 2009



¡Eh! escucha a tus auditorios poéticos...

¡Eh! escucha a tus auditorios poéticos
si es que no callas
y escucha la poesía
ves... pondremos un chico a la puerta
y que eche a todos los que odien
para siempre

Después, si no te gusta el tema
del poema que el poeta
está leyendo, ¡coño! ¿por qué no
haces la prueba con Marlon Brando
para que te abra los ojos
con su llanto?

¿Ha muerto James Dean?
¿Y todos nosotros?
¿Quién no está muerto?

John Barrymore ha muerto
—San Francisco croa
acompañando a la rana.

Jack Kerouac