domingo, 7 de marzo de 2010

EDGAR LEE MASTERS


Si bien el ahora célebre escritor Charles Bukowski tuvo una pésima relación con su auténtico progenitor, contó en su lugar con dos extraordinarios padres literarios: en la narrativa John Fante y en la poesía Edgar Lee Masters (fallecido el 5 de marzo de 1950, hace 60 años).
Esa es la impresión que tengo luego de descubrir los poemas de Masters y escuchar la grabación de su voz (en el inglés original); de hecho, me recordó mucho las lecturas de Bukowski, además de su estilo poético. No preciso decir que él jamás negó la influencia; al contrario: en gran medida, se le debe la recuperación de Fante por parte del público y la crítica, así como la difusión de Masters entre nuevas generaciones de lectores.
Y es lamentable que tan poco se sepa hoy por hoy, al menos en mi país, de ese magnífico poeta estadounidense, padre putativo de Hank.
Edgar Lee Masters nació en Garnett, Kansas, un 23 de agosto de 1868. Además de poeta, fue dramaturgo, novelista, ensayista y biógrafo de, entre otros, Abraham Lincoln, Mark Twain, Walt Whitman y él mismo –Across Spoon River (1936) se llama su autobiografía–, también se desempeñó como abogado, igual que su padre. Luego de sus estudios en Knox College y de ejercer en Lewistown, se establece en la ciudad más importante del estado y allí participa en el movimiento literario Renacimiento de Chicago. En 1893 ingresa en un bufete y cinco años después se casa con la hija de un abogado, con la que tuvo tres hijos. Finalmente abre su propio bufete, pero deja su profesión de abogado para dedicarse a la escritura, luego de divorciarse y tras el escaso éxito de sus poemarios posteriores a Antología de Spoon River. Vuelve a contraer matrimonio, y hacia 1920 se traslada a Nueva York. En adelante, convertido en un ser huraño y amargado, se mantiene al margen tanto de la vida social como del éxito literario. Ya viejo, enfermo, aislado y empobrecido, pasa sus últimos años, refugiado en el legendario Hotel Chelsea, de donde lo rescatan sus amigos y admiradores, y ayudado económicamente por ellos consigue vivir hasta 1950, cuando muere en un sanatorio de Melrose Park, un suburbio de Filadelfia.
Masters pasó su niñez y su adolescencia en una zona de Illinois, entre Petersburg y Lewistown, a la que se refiere afectuosamente en su poesía. Su obra más exitosa (y ciertamente lo ha sido: tanto en ventas como en reconocimiento, es considerada un clásico de la poesía estadounidense y fue puesta en escena en Broadway) lleva el título de Antología de Spoon River (1915) –el Spoon es un afluente del río Illinois.
Este poemario consta de 244 epitafios en forma de monólogo dramático, que se desarrollan en un cementerio imaginario de un pueblo de Illinois.
En «The Hill», un poema a manera de prólogo de la Antología de Spoon River, pueden apreciarse las más visibles características de la poesía de Edgar Lee Masters en este libro. El verso libre no muy usual en su época y el lenguaje austero, exento de pomposidad y ampulosidad, no por ello menos grave y solemne, permiten que tras la sencillez de la existencia cotidiana y la muerte como un hecho natural sin demasiada trascendencia, se ponga de manifiesto esa realidad cruda de la otra América, la que se escapa a su propio sueño, la que bajo sus largas faldas de puritanismo, patriotismo y provincialismo oculta su intransigencia, su oportunismo tunante y su hipócrita moral, la sed de sangre y poder que posee.
Es uno de esos cantos desalentadores cuya esencia es la esperanza misma, esperanza en el cambio como única salida posible a la pérdida total que se cierne sobre todo como una fatalidad ineluctable.
La armonía, el tono, la cadencia de las palabras de Edgar Lee Masters son innegables; el poeta con su voz sabía dar buena cuenta de esto.


THE HILL

Where are Elmer, Herman, Bert, Tom and Charley,
The weak of will, the strong of arm, the clown, the boozer, the fighter?
All, all are sleeping on the hill.

One passed in a fever,
One was burned in a mine,
One was killed in a brawl,
One died in a jail,
One fell from a bridge toiling for children and wife–
All, all are sleeping, sleeping, sleeping on the hill.

Where are Ella, Kate, Mag, Lizzie and Edith,
The tender heart, the simple soul, the loud, the proud, the happy one?–
All, all are sleeping on the hill.

One died in shameful child-birth,
One of a thwarted love,
One at the hands of a brute in a brothel,
One of a broken pride, in the search for heart's desire;
One after life in far-away London and Paris
Was brought to her little space by Ella and Kate and Mag–
All, all are sleeping, sleeping, sleeping on the hill.

Where are Uncle Isaac and Aunt Emily,
And old Towny Kincaid and Sevigne Houghton,
And Major Walker who had talked With venerable men of the revolution?–
All, all are sleeping on the hill.

They brought them dead sons from the war,
And daughters whom life had crushed,
And their children fatherless, crying–
All, all are sleeping, sleeping, sleeping on the hill.
Where is Old Fiddler Jones
Who played with life all his ninety years,
Braving the sleet with bared breast,
Drinking, rioting, thinking neither of wife nor kin,
Nor gold, nor love, nor heaven?
Lo! he babbles of the fish-frys of long ago,
Of the horse-races of long ago at Clary's Grove,
Of what Abe Lincoln said
One time at Springfield.


LA COLINA DEL CEMENTERIO

¿Dónde están Elmer, Herman, Bert, Tom y Charley,
el débil de voluntad, el brazo fuerte, el clown, el ebrio, el peleador?
Todos, todos, están durmiendo en la colina.

Uno se fue de fiebre,
uno se quemó en la mina,
uno fue muerto en un molote,
uno murió en la cárcel,
uno cayó del puente donde trabajaba para los chicos y la mujer.
Todos, todos están durmiendo, durmiendo, durmiendo en la colina.

¿Dónde están Ella, Kate, Mag, Lizzie y Edith,
la tierno corazón, la alma sencilla, la bulliciosa, la altiva, la feliz?
Todas, todas, están durmiendo en la colina.

Una murió de parto vergonzoso,
una por un amor desventurado,
una en manos de un bestia en un burdel,
una de orgullo destrozado, persiguiendo el deseo del corazón,
una después de su vida en el lejano Londres y París,
fue traída a su estrecho lote por Ella y Kate y Mag.
Todas, todas están durmiendo, durmiendo, durmiendo en la colina.

¿Dónde están el tío Isaac y la tía Emily
y el viejo Towny Kinkaid y Sevigne Houghton
y el Mayor Walker que había hablado
con venerables hombres de la revolución?
Todos, todos, están durmiendo en la colina.

A ellos les trajeron hijos muertos de la guerra,
e hijas destrozadas por la vida
y a sus chiquillos huérfanos, llorando.
Todos, todos están durmiendo, durmiendo, durmiendo en la colina.

¿Dónde está el viejo violinista Jones,
quien jugó con la vida todos sus noventa años,
desafiando la helada con el pecho desnudo,
bebiendo, alborotando, sin pensar en mujer ni parientes,
ni oro, ni amor, ni cielo?
¡Vedlo! Charlando ahí sobre las fritangas de pescado de hace tiempo,
sobre las carreras de caballos de hace tiempo en la huerta de Clary,
sobre lo que Lincoln decía
una vez en Springfield.


Traducción de José Coronel y Ernesto Cardenal


ANNE RUTLEDGE

Out of me unworthy and unknown
The vibrations of deathless music;
«With malice toward none, with charity for all.»
Out of me the forgiveness of millions toward millions,
And the beneficent face of a nation
Shining with justice and truth.
I am Anne Rutledge who sleep beneath these weeds,
Beloved in life of Abraham Lincoln,
Wedded to him, not through union,
But through separation.
Bloom forever, o Republic,
From the dust of my bosom!


ANA RUTLEDGE

Oscura, indigna, pero salen de mí
las vibraciones de una música eterna:
«Sin rencor para nadie, con caridad para todos.»
En mí el perdón de millones de hombres para millones
y la faz bienhechora de una nación
resplandeciente de justicia y verdad.
Soy Ana Rutledge que reposa bajo esta yerba,
adorada en vida por Abrahán Lincoln,
desposada con él, no por la unión
sino por la separación.
Florece para siempre, oh república,
del polvo de mi pecho.


Traducción de J. L. Borges

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De Más de dos siglos de poesía norteamericana. Tomo I. edición bilingüe. Selección y prólogo de Eva Cruz. México: Difusión Cultural UNAM, 1993.

2 comentarios:

Larry dijo...

Muy linda la presentación de este poeta, más hacindo una analogía con el otro, sería bonito profundizar la relación y la influencia del autor de "La send del perdedor" con Masters.
al releer esta reseña sentí enorme satisfación, se nota el afecto por el tema sin perder la objetividad. ¡Buen trabajo!

Zeuxis Vargas dijo...

hombre he leido y seguido tu blog con interés.
me gustó mucho el artículo sobre lee masters

espero que pases por mi blog
zeuxisaudade.blogspot.com